Sus ojos de ella
Caminaba por la calle como quien no sabe a donde ir. Pero él si sabía donde quería estar, hacia donde debía correr. Sin embargo, erraba por las calles que una vez recorrió acompañado de la música de Maroon 5. Esta vez, tan solo escuchaba el resonar de sus propios pasos y su intento de autoconvencimiento de que las cosas no eran como eran en realidad.
En el escaparate de una de las tiendas, ya cerradas a aquella hora, vio su propio reflejo al pasar y se paró en seco. Se acercó despacio a sí mismo pero no se reconoció. Aquellos ojos que lo miraban no eran los suyos, pero los conocía bien. Observándolos fijamente volvió a aquella noche donde los había visto llorar.
Se sumergió de lleno en ese recuerdo, en como ella le había sonreído y en su manera tan graciosa de bailar. Recordaba que llevaba la falda que tanto le gustaba con la camiseta que él le había regalado. Si cerraba los ojos podía sentir aún el calor de su aliento segundos antes de que ella lo besara. Ese beso que desató cosas que deberían haber quedado ocultas por el bien de los dos. Él no podía seguir fingiendo que no ocurría nada y tampoco podía darle lo que ella esperaba de él. Ella no podía seguir jugando a ser la amiga perfecta y conformarse con tan poco.
Esa noche los ojos de ella, que ahora eran los suyos, lloraron llenos de pérdida y amor truncado mientras él, a pesar de estar rompiéndose en dos, no hacía nada para evitarlo. Ella no estaba dispuesta a quedarse y él no se sintió con derecho a pedirle que lo hiciera. El único testigo de aquello fueron John Legend, que decidió quedarse con ella, y las botellas vacías sobre la mesa del salón. De aquello hacía un mes en el que no había vuelto a ver el brillo de sus pupilas.
Ahora aquellos ojos se encontraban ahí, en su propia cara, burlándose de él y haciéndole ver que podía seguir disfrazando sus sentimientos de amistad, engañándose a sí mismo, pero sus ojos ahora eran como los de ella, y ella se había ido.
En el escaparate de una de las tiendas, ya cerradas a aquella hora, vio su propio reflejo al pasar y se paró en seco. Se acercó despacio a sí mismo pero no se reconoció. Aquellos ojos que lo miraban no eran los suyos, pero los conocía bien. Observándolos fijamente volvió a aquella noche donde los había visto llorar.
Se sumergió de lleno en ese recuerdo, en como ella le había sonreído y en su manera tan graciosa de bailar. Recordaba que llevaba la falda que tanto le gustaba con la camiseta que él le había regalado. Si cerraba los ojos podía sentir aún el calor de su aliento segundos antes de que ella lo besara. Ese beso que desató cosas que deberían haber quedado ocultas por el bien de los dos. Él no podía seguir fingiendo que no ocurría nada y tampoco podía darle lo que ella esperaba de él. Ella no podía seguir jugando a ser la amiga perfecta y conformarse con tan poco.
Esa noche los ojos de ella, que ahora eran los suyos, lloraron llenos de pérdida y amor truncado mientras él, a pesar de estar rompiéndose en dos, no hacía nada para evitarlo. Ella no estaba dispuesta a quedarse y él no se sintió con derecho a pedirle que lo hiciera. El único testigo de aquello fueron John Legend, que decidió quedarse con ella, y las botellas vacías sobre la mesa del salón. De aquello hacía un mes en el que no había vuelto a ver el brillo de sus pupilas.
Ahora aquellos ojos se encontraban ahí, en su propia cara, burlándose de él y haciéndole ver que podía seguir disfrazando sus sentimientos de amistad, engañándose a sí mismo, pero sus ojos ahora eran como los de ella, y ella se había ido.
8/7/17
Comentarios
Publicar un comentario