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Mostrando entradas de mayo, 2018
Abriste los ojos mientras yo aún dormía y me encontraste en el asiento de al lado. El tren seguía desdibujando kilómetros en la ventanilla con un ruido sordo. Nunca sabré que pensaste entonces; si te me quedaste mirando como tantas veces había yo hecho contigo, si por primera vez te planteaste que todo aquello era una locura o si fue entonces cuando cambiaste de opinión. Sólo sé que cuando llegamos a la estación y me despertaste con una caricia, en tus ojos ya se vislumbraban las sombras de la determinación. No me diste ni dos segundos para espabilarme cuando ya me arrastrabas al andén. Hasta que no estuvimos fuera de la estación, no fue que me paré en seco a mirarte con detenimiento. No estábamos ni en la estación correcta, ni en la ciudad correcta. Ese no era el destino que ambos habíamos planeado, y tu mirada me decía que nunca llegaríamos.
     No quiero ser la persona más importante de tu vida. Ni que me eches de menos cuando no esté o que te enamores de mí. No necesito ser la luz que alumbre tu camino, ni mucho menos. Tu vida no tiene que unirse a la mía en ningún momento de la historia. Quizá incluso sea lo mejor, no te haces ni la más remota idea de lo mucho que puedo llegar a escocer.      Pero, ¿sabes lo que si quiero? Que cuando te tropieces con un recuerdo nuestro, de esos sin sentido, se dibuje una sonrisa en tu cara de las que se intentan imitar sin conseguirlo en todas las revistas. Que te mueras de ganas de volver a ir a comprar conmigo al supermercado. Y, sobre todo, quiero que aunque llevemos una semana, un mes o un año sin vernos, sea el primer hombro sobre el que quieras ir a llorar cuando tus intentos no se transformen en victorias. Quiero ser tu refugio cuando huyas de la lluvia de recuerdos amargos. Que no dudes en levantar el teléfono y llamarme cualquier día. Que no te avergüence decirme "ho