No quiero ser la persona más importante de tu vida. Ni que me eches de menos cuando no esté o que te enamores de mí. No necesito ser la luz que alumbre tu camino, ni mucho menos. Tu vida no tiene que unirse a la mía en ningún momento de la historia. Quizá incluso sea lo mejor, no te haces ni la más remota idea de lo mucho que puedo llegar a escocer.

     Pero, ¿sabes lo que si quiero? Que cuando te tropieces con un recuerdo nuestro, de esos sin sentido, se dibuje una sonrisa en tu cara de las que se intentan imitar sin conseguirlo en todas las revistas. Que te mueras de ganas de volver a ir a comprar conmigo al supermercado. Y, sobre todo, quiero que aunque llevemos una semana, un mes o un año sin vernos, sea el primer hombro sobre el que quieras ir a llorar cuando tus intentos no se transformen en victorias. Quiero ser tu refugio cuando huyas de la lluvia de recuerdos amargos. Que no dudes en levantar el teléfono y llamarme cualquier día. Que no te avergüence decirme "hoy te necesito aquí".

     Me conformo con que seamos tan solo dos personas que decidieron que, por el momento, estaban mejor juntas, a pesar de que separadas tampoco estaban mal. No quiero ser tu necesidad, como el aire que respiras. Me basta con ser ese helado de tu sabor favorito que te permites de vez en cuando. Seré (o al menos eso intento) un rayo más de sol en tus días soleados, y uno de esos pocos que permanecen en los días de tormenta. Ese último capítulo donde, después del final de la historia, te cuentan que fue de los protagonistas tiempo después, con datos completamente innecesarios que aún así te gusta conocer.

     No seré tu destino final, pero espero ser ese camino que no te cueste nada recorrer.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Al gran amor de mi vida

Fuimos sueño