Lo hago por mí. Por mí. Porque lo necesito yo. Repito, YO. Por una vez en la vida, no se trata de nadie más. Siento herir vuestro orgullo ególatra, pero no es por vosotros. No sois tan importantes como para que mi mundo se detenga por lo que hagáis o dejéis de hacer, ya no. Podéis dejar de pensar de una vez en qué me ocurre o en por qué me he largado, ciertamente no os incumbe. No montéis un drama de esto, porque ni a mi me interesa explicar nada ni a vosotros os ha interesado nunca nada que proceda de mí, ¿para qué fingir ahora?

     Sin embargo, siento que tengo que contar a las personas que realmente están ahí, a las duras y a las maduras, siempre y no cuando conviene, qué es lo que está pasando. Desde hace algún tiempo y a raíz de determinados incidentes ya no estoy a gusto en relación a ciertas personas. Su presencia me desequilibra, me hacen sentir confusa y, he de confesar, asustada. Siento que no puedo bajar la guardia porque he perdido la confianza. Antes podría haberme tirado desde un abismo con los ojos cerrados completamente segura de caer entre brazos que no dudarían en acogerme, ahora temo que sean estos mismos los que me empujen. Estoy tan decepcionada que me cuesta incluso mirar a la cara a aquellos cuyos ojos eran mi hogar. Ya no sé distinguir a mis amigos de los meramente conocidos. Por todo esto, he decidido apartarme, tomar distancia y ver las cosas con perspectiva. Largarme así, sin más y sin ningún tipo de explicación. Darme tiempo para pensar y lamerme las heridas. Y cuando todo esto pase, y sienta que la tormenta se ha acabado, entonces puede que vuelva, o no, dependerá de lo que haya arrasado, y sobre todo, de lo que aún siga en pie.


18/7/17

Comentarios

Entradas populares de este blog

Al gran amor de mi vida

Mi luz propia

Entrada rápida de desahogo