Polvo con olor a vainilla

     Con el primer rayo de luz del alba que se colaba a través de las rendijas de la persiana, sus ojos se abrían para ver como las motas de polvo, que con parsimonia danzaban en el aire, se precipitaban en una decadencia con la que ella podría haberse sentido identificada.

     Se levantó despacio y con tanto sigilo que, al recoger sus ropas dispersas por el suelo, flotaba mas que caminaba aquel cuerpo desnudo que parecía aún más pálido con aquella tenue luz y, en contraste con las ennegrecidas paredes de aquella pensión de mala muerte, se parecía más a una fina figura de porcelana que a una mujer de carne y hueso.

     Quizá por ello él estuvo casi seguro de que todo había sido un sueño al despertarse con el cierre de la puerta y encontrarse solo. Quizá aquello que en la oscuridad lo había despertado a media noche cuando se metía en su cama hubiera sido una ninfa enviada por Morfeo, para así endulzar aquella breve noche. Quizá lo hubiera creído de verdad si el otro lado del colchón no hubiera seguido caliente y aquel olor a vainilla se hubiera disipado ya en el aire junto a las motas de polvo.


7/8/17

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