El cielo aquella noche se volvió gris y el viento no paró de azotar las ramas de los árboles, que chocaron contra el cristal de nuestra ventana. No fuimos conscientes, o sí, pero estábamos ocupados o quizás nos gustaba que aquel ruido se alternara con nuestros gemidos Fue una noche larga, pero para nosotros corta. Mientras todos leían el cielo y la bruma, nosotros leímos nuestros cuerpos, y nos perdimos. Ojalá siempre hubiéramos permanecido así, porque cuando nos encontramos sólo había quedado silencio y una luna llena roja brillando en el cielo.
Al gran amor de mi vida
Tú, que me hiciste tan Yo. Te has ido, sin más. Sin avisar, en silencio, dejando que tu partida me la comunicara tu propia ausencia. Busco algún recuerdo de como era mi vida antes de que tú llegaras y lo llenaras todo. Pero por mucho que intento echar la vista atrás, tú siempre estás ahí, inamovible. Un trozo de realidad que nunca desaparecería y permanecería inmutable. Y ahora que no estás es como si el mundo se hubiera tornado aún más patético y absurdo, y no hay nadie a quién contárselo. Siempre tuve la absurda idea de que no te irías, de que siempre permanecerías conmigo, como debe ser. Que seguiría llorando y derramándome sobre ti cuando la vida me la jugara y que te la pasarías persiguiéndome cuando corro gritando de felicidad. Tuve la descabellada idea de que si nos teníamos que ir a alguna parte nos iríamos juntos. Los recuerdos de tu partida me atormentan y aun me parece escucharte por las noches. Tus ojos me persiguen congelados en mi mente de forma pe
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