Recogió sus promesas, los "te quiero" y las caricias. Salió dando un portazo de su vida, que hizo que todo se desmoronara, como un castillo de naipes frente a un vendaval, sólo que en vez de naipes, eran los futuros posibles que un día ambos imaginaron juntos.

Se fue y solo le dejó un vacío infinito y un silencio tal que se podría haber escuchado la respiración de un hada, si esta no se hubiera muerto de pena.

Aún hoy se pregunta si también recuerda las miradas y las caricias, y mira la puerta esperando y temiendo que vuelva.

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