Érase

     Érase una vez no, érase mil veces tú y yo, y nada de en un reino muy lejano, sino en una cama, en el suelo, en un baño o en el infinito. Nuestra historia no fue un cuento común. Fuimos un relato de esos que se hacen demasiado largos a pesar de las pocas páginas.

     Cambiamos a la bella princesa por una sosa plebeya de mal genio que no fue salvada por el príncipe azul, sino que más bien fue abandonada por este, que tenía algo mejor que hacer. El lobo y la típica malvada reina resultaron ser los buenos, pero aún así, el amor  que había surgido entre ellos acabó con un hombre lobo en las entrañas de la reina, que se suicidó solo de pensarlo. Esto aprovechó Caperucita para ligarse al pobre lobo triste, y entre los dos se cenaron a los tres cerditos. En nuestro cuento, las hadas madrinas apostaron por cuánto duraría lo nuestro.

     De ti y de mí, poco se supo, éramos tan solo personajes secundarios en nuestra propia historia. Los acontecimientos se nos vinieron encima, quizá porque estábamos demasiado fascinados pensándonos los protagonistas de un cuento común, y nos vencieron. La suerte estuvo de nuestro lado, solo que fue de la mala. Los hechos superaron a nuestro amor, que resultó no ser tan grande, y el destino nos separó. Bueno, nos separamos nosotros. Resultamos ser menos guerreros de lo que creíamos. Al final, nos quisimos más a nosotros mismos de lo que quisimos al otro.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Al gran amor de mi vida

Mi luz propia

Entrada rápida de desahogo