Hay días como hoy que quedan marcados en el calendario. En los que por mucho tiempo que haya pasado, no puedo evitar pensarte, o mejor dicho, pensarnos, porque cuando piensas en alguien piensas en esa persona y también en ti, piensas en como erais los dos cuando estabais juntos y se os confundía con uno solo.

     Y yo tengo que admitirlo a mi pesar, a veces te sigo pensando y más en fechas señaladas. Y es que aunque he pasado andando ya mil veces por los mismos sitios por los que alguna vez pasé de tu mano, aunque haya superado ese rencor enfermizo tras el que me protegía después de nuestro principio del fin, y aunque ya rara vez te eche de menos, supongo que tu nombre (sí, irónicamente tu nombre, y sí, yo también veo la de bromas que podría dar esto) se quedó tatuado en alguna parte de mi piel y ya no puedo desprenderte del todo.

     Cada vez que algún pedacito de aquellos que fuimos me asalta en forma de recuerdo, intento quedarme en la parte de risas, besos, caricias y confidencias. No lo hago porque me duela recordar la otra parte, que un poco sí, sino porque he aprendido un poco mejor que quiero de la vida y que me conviene más fomentar dentro de mi cabeza.

     No niego que con cada vuelta de las manecillas del reloj me resulta más fácil borrar tu mirada de desaprobación de mi mente cuando me encuentro al borde de tomar una decisión que, si siguieras aquí, te hubiera sacado de quicio. Tampoco puedo negar que probablemente si te atrevieras a volver a mirarme a los ojos ya no me reconocerías. Joder, he cambiado tanto en algunos aspectos que te avergonzarías de mí aún más de lo que ya lo hacías.

     Pero hoy he vuelto a tener una excusa para mandarte un mensaje y a la parte masoquista y curiosa de mí le hubiera encantado hacerlo. Vamos, es bien sabido por todos que me encanta jugar con fuego a la espera de que los acontecimientos se me echen encima. He tenido que luchar contra esa parte de mi misma porque aunque las heridas cicatrizan como debieran y yo, después de mucho tiempo, me encuentro bien, me parece absurdo ir a darle de patadas a la bomba atómica que siempre representamos tú y yo juntos.

     Al final, como antes de conocernos, ha ganado mi parte racional y no tendrás ningún mensaje mío en el que realmente no diría nada. Prefiero colgar aquí lo que pienso como el que envía una carta sin dirección ni remitente. Nunca sabré si de alguna manera esto llego hasta a ti o no, pero a mí me basta con escribirlo y dejarlo salir fuera, ya sabes que escribo por y para mí. 

     Hoy siempre será uno de esos días en los que puedes estar seguro que habré pensado en cómo estarás y en qué será de tu vida.

     Felicidades campeón, y mucha suerte que, aunque no lo creas, te sigo deseando lo mejor.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Al gran amor de mi vida

Fuimos sueño