De alas gastadas

     Aunque no lo entendieran siempre fue una chica de pasada, de las que hoy están y mañana incluso sus huellas se esfuman. Iba y venía como la marea y llevaba un infierno en la mirada. Quizá nadie se percató de ello porque era tan sutil como las caricias improvisadas, haciéndola invisible a la mayoría de miradas. La reina de la presencia ausente mientras su mente escapa al mundo de las insensateces. Era de las que huían al primer suspiro y volvían con las alas gastadas. Pertenecía al selecto club de las que no se peinan y andan descalzas. No tenía rumbo fijo, pero sí alguna que otra parada favorita marcada en el mapa. La confianza no era su fuerte, ni en ella ni en los demás, pero eso no quitaba que se regalara a algunas personas como si nada más tuviera importancia. De las que a veces perdonan, pero de las que nunca olvidan. Llena de cicatrices que le cruzan el alma. Es incapaz de mirar a los ojos a aquellos que no comprenden su libertad.

     Quizá eso te ocurrió a ti, que no supiste entender su magia ni lo que escondía su mirada de socorro. No supiste ver que ella corría, se largaba, pero en algún punto del camino siempre volvía. Quisiste atraparla haciéndole daño sin saber que no te lo  perdonaría y, cuando se fue, ya no volvió. Ahora ya no te queda más que ausencia, y el fantasma de sus susurros en el oído. Tus brazos morirán fríos tras soltar a tu presa. Perdiste las caricias en forma de corazón en el centro de la espalda y los besos húmedos en el cuello. Su aroma se habrá desvanecido ya a estas alturas de tu ropa, de esa camisa que tanto le gustaba, igual que el recuerdo de tu mente. Y aunque hoy día no le des importancia, algún día te acordaras de tu maga. Pensarás en todo lo que debió haber sido y lo poco que entendiste. Por fin te darás cuenta de que las jaulas de oro nunca fueron lo suyo.

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